lunes, mayo 09, 2011

Carlos Trillo, inolvidable




Se nos fue Carlos Trillo. Inesperadamente, dejándonos atónitos. Un grande a nivel mundial. Deja una marca imborrable, una obra impresionante a la que todavía no se le hace justicia, aquí por lo menos.
Para quien esto escribe significó mucho más que un gran autor, por quien siento una admiración que pude manifestarle en persona. Significó el descubrimiento de otra historieta, el salto de calidad en la lectura, de esa lectura infantil o aventurera que se hace de pibe a la historieta adulta, el descubrimiento de las posibilidades de lo que la historieta puede ser y dar. Fue a través de aquellos libros que recopilaban sus historietas, Las Puertitas del Sr. López y otras, descubrimiento azaroso buscando alguna historieta para leer en tiendas de usados. Fue leer uno e ir a buscar otros, siguiendo la puertita abierta por el Sr. López. Es que cuando se hace un descubrimiento, se abren los ojos, se ve el mundo de otra manera, todo cambia y ya no hay vuelta atrás. Que haya seguido leyendo historieta, que me haya metido en el mundo de la historieta, se debe en gran parte, que no llego a mensurar, a Carlos Trillo, a su obra.
Trillo amaba la historieta, elegía la historieta. No sólo en sus guiones, también en sus notas, como aquellas de las revistas de Record, que dieron forma luego a su Historia de la Historieta Argentina, con Saccomanno. Una obra ineludible, referencia obligada, a la hora de hacer el sitio Historieteca. Eso también se lo debo. Porque había un respeto por la historieta, los autores, las obras, que enaltecían el género.
Ese respeto, ese amor, es mucho más que profesionalismo, que oficio, es mucho más.
A la hora de proyectar Historieteca Editorial el plan inicial era de dos libros: uno tenía que ser de Trillo. Una imposición personal, una obligación, un gusto, un honor. Pudimos conseguirlo, por suerte. Y por la buena predisposición de Carlos. Tener la gran satisfacción de publicarlo, me dio la satisfacción aun mayor de conocerlo un poco mejor. Un gran tipo. Afable, ameno, con una humildad que hacía que uno no tuviera nunca la sensación de estar ante alguien de su talla. Parecía disfrutar en compañía de quien compartiera su afición.
Y parece un sueño, de aquél deslumbramiento inicial, aquella puertita abierta, años después haber podido editar un libro suyo. Es como devolver algo de lo que me dio. No porque él lo necesitara, lejos estaba de eso, sino porque lo debía yo. Es una inmensa satisfacción, que no termino de agradecer. Y ya habíamos hablado de seguir con alguna obra suya. Esperemos que se pueda realizar. Porque queremos seguir leyendo a Trillo.


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