viernes, diciembre 15, 2006

Niños del hombre


Sin una gran promoción ni apoyo mediático, se presenta Niños del hombre (Children of the men), estreno de esta semana que entrega un buen relato de ciencia ficción. Alejada de la vacía pirotecnia audiovisual, que vía estruendosos efectos especiales y despliegue de producción suele tapar pobres y repetitivas historias, por el contrario, la película del mexicano Alfonso Cuarón parece austera, en su intención de meramente contar una historia.

Es el año 2027, acaba de morir la persona más joven del planeta, un argentino de 18 años. Ese es el tiempo que la humanidad lleva sumida en la infertilidad, por causas desconocidas, lo que vuelca a la gente a la más absoluta desesperanza. Sólo Gran Bretaña parece salvarse del caos que envuelve al resto del mundo. Pero al costo de padecer represión y autoritarismo, con constante presencia de uniformados, y con un estado que deporta a los inmigrantes, llamados fugis. En este marco, Theo (Clive Owen) es abordado por una organización guerrillera que lucha por los derechos de los fugis, liderada por su ex pareja, para que acompañe a una joven inmigrante negra a un lugar seguro, supuesta reserva de esperanza para la humanidad.

Como en muchas de las buenas historias de anticipación, el futuro que pinta (muy cercano en el tiempo en este caso) no es más que nuestro presente con algunos puntos extrapolados y exacerbados. La desesperanza y la desigualdad han hecho del mundo un lugar más inseguro. Un viaje en tren puede ser una odisea, los excluidos parecen hordas salvajes. En contraposición, el aséptico mundo de los que pueden pagar por seguridad, comodidad y tecnología, como islas. Una ciudad donde la publicidad es omnipresente, claro signo de un comercio que cada vez más rige las relaciones. Sin recargar nunca las tintas, el contraste es conseguido con una cuidada puesta en escena, y una bien pensada escenografía. Y por momentos consigue inquietar el parecido con nuestra propia realidad.

En un viaje lleno de obstáculos, donde salen a relucir virtudes y defectos de sus ocasionales compañías, Theo y Kee (la mujer africana, llave de la esperanza) van a desembocar en un campo de concentración para fugis, con inmigrantes de diversos orígenes, aunque con una fuerte presencia islámica. La irrupción de rebeldes y ejército establece un escenario bélico, y nuevamente tenemos la sensación de la imagen ya vista, más que un futuro, un recurrente pasado y presente. En medio del enfrentamiento armado, gran obstáculo en el final de la travesía, con la pareja atravesando en un largo plano secuencia las azoradas miradas de unos y otros, Cuarón ofrece, seguramente, una de las escenas del año.


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